Pensamiento pensante

El pensamiento sueña con no ser tan egoísta. Pensaba, a su vez, que no tenía que aparecer tanto. Hacía el doble del trabajo que hacía el cuerpo, aunque sabía que muchas veces hacían trabajo en equipo, que iban en conjunto. Le pasaba los pensamientos necesarios al cuerpo para poder mantenerlo bien, contento. A veces iba bien, pero a veces se le enredaban los dedos. Se miraba al espejo y no entendía el por qué. Se sentía culpable de estar causando el dolor, ese dolor que tanto asusta. El pensamiento sabía que era su culpa, pero ¿cómo hacía entenderle a la persona que era inconscientemente?, que no se sintiera así. Causaba muchos miedos, uno de ellos era dejar de tener el control. Basta, pedía a sí mismo que no molestara más. Que tenía que trabajar en conjunto para que funcionara bien, que tenía a cargo a alguien. Tenía que mantener las tareas en orden. Cada vez que la angustia se anidaba en la garganta y en el pecho, sabía que la persona se acostaba en el piso, en un sillón o en la cama y llevaba las rodillas al pecho; que a veces había lágrimas y a veces no; que a veces se sabían las causas de esta angustia y que a veces no. Cada vez que pasaba, el pensamiento volvía a sentirse sin poder, perdía realmente el control, quería salir por algún lado. Se sentía chiquito, no le gustaba. Se auto-pedía que se calmara, que así no iban a arreglar nada. Pero volvía a mirar al exterior y la persona seguía en posición de vulnerabilidad. Siempre sin saber el por qué. Es un dolor tan intenso y tan sin razones. Pero después de un ratito, sintió que la persona se durmió, sintió el silencio, el silencio de los pensamientos y del llanto. Se durmió. Pero no se había terminado, se calmó el pensamiento pero sabía que mañana había que volver a ocuparse de esto. Había que erradicarlo. De todas maneras, pudo darse cuenta de que esto era lo que le hacía sentir que estaba vivo, que había que darlos vuelta, que las razones para ser hermosos pensamientos eran muchos pero que tenía que ayudar a la persona a encontrarlos, era su deber. Y al fin (el pensamiento) se dio cuenta de que tiene un espacio importante, que vale esto, que siente todo esto y mucho más; que es lo más importante que tiene la persona, que es lo que la hace levantarse todos los días y seguir. 
Se despertó, hoy la garganta y el pecho estaban livianos. Hoy hizo que la persona se sienta con autoestima, con fuerza, con ganas. 

¡Hoy salvamos al mundo!

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